El consumo de alcohol comienza desde la adolescencia. De hecho, se ha registrado que el 85,7% de los jóvenes de 17 años ya han probado una bebida alcohólica. Además, el 44% declara haber tenido al menos un episodio de consumo excesivo en el último mes, y el 8,4% consume alcohol al menos 10 veces al mes.
Numerosos factores explican el atractivo de los jóvenes por el alcohol.
En la adolescencia, se producen muchos cambios neuronales. Entre ellos, se encuentran la búsqueda de sensaciones y la impulsividad. También hay una mayor sensibilidad al efecto estimulante del alcohol. Del mismo modo, en los adolescentes, beber en exceso parece más gratificante que un consumo moderado.
También influye la presión social de otros jóvenes. De hecho, durante las fiestas, es fácil dejarse influenciar para beber, ya sea por el estímulo de los demás o por la participación en juegos de alcohol. Beber en comunidad también puede proporcionar un sentido de integración.
Los padres ejercen una influencia en el consumo de los jóvenes. Un estudio (Eimear M. et al., 2016), realizado en Irlanda, mostró que los adolescentes con padres que tienen un consumo peligroso de alcohol son tres veces más propensos a tener un consumo peligroso también.
Aproximadamente el 42% de los padres encuestados estaban de acuerdo en permitir que sus adolescentes consumieran alcohol en ocasiones especiales, facilitando así el descubrimiento y el acceso al alcohol.
Además, los jóvenes que tienen un entorno familiar complicado o enfrentan una situación estresante tienen más riesgo de tener un consumo excesivo de alcohol.
Cabe destacar que los jóvenes que tienen más acceso al alcohol a través de la presencia de bares, discotecas o supermercados cerca de su hogar tienen un consumo más alto que aquellos con menos acceso.
Sin embargo, el consumo de alcohol no es seguro para los jóvenes.
Además de los riesgos relacionados con el estado de embriaguez (coma, accidentes) y las diferentes enfermedades, puede afectar el buen desarrollo del cerebro (que ocurre hasta aproximadamente los 25 años).
De hecho, el consumo de alcohol puede llevar a una disminución del volumen de la materia gris (las neuronas) y atenuar el desarrollo de la materia blanca (que permite conectar las neuronas).
Estos efectos pueden alterar la actividad cerebral, afectando muchas funciones cognitivas. Por ejemplo, la aprendizaje verbal, la memoria, la reactividad o el autocontrol se verán disminuidos. También puede llevar a un aumento de comportamientos de riesgo (ponerse en peligro a sí mismo y a los demás).
Por lo tanto, para evitar estos efectos, es importante establecer un diálogo sobre el alcohol y favorecer un consumo moderado y ocasional.
Fuentes:
alcool-info-service.fr
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